lunes, 10 de diciembre de 2007

Sucesos en privado

Hoy un hombre se ha tirado al metro. Era pronto por la mañana, y cuando el primer vagón llegaba frenando, el hombre ha saltado para desaparecer por allí debajo. Yo no lo he visto, pero mi compañero de piso lo ha vivido en primera persona. El hombre estaba en el otro andén aunque él no ha llegado a verlo de frente por pocos metros. Él sólo ha visto caer un bulto, ha oído un golpe seco. Pero una niña a su lado, de la mano de su madre, lo ha visto perfectamente.

Por lo visto se ha desencadenado una pequeña ola de pánico, algunos han salido corriendo y los que han quedado se han quedado muy nerviosos. La niña lloraba. Su madre lloraba. Algunos hombres lloraban. Porque los hombres también lloran a veces. Pero lo que más me ha gustado de la historia es que...en estas situaciones en las que todos nos vemos amenazados (muchos corrían porque veían a los demás correr, no por saber lo que ocurría realmente), nos damos cuenta de lo poco que somos sin el resto. Y nos ayudamos, preguntamos cómo estamos, y nos tendemos la mano. El susto se pasa, el metro simplemente arranca diez minutos más tarde, los pasajeros del vagón 'asaltado' viven en la felicidad de la ignorancia y al final todo queda en una mala experiencia y un día sin ganas de comer. La noticia no saldrá en los periódicos por esa costumbre mediática de no publicar suicidios, no vaya a ponerse de moda. Son sucesos en privado.

¿Lo peor? Que sólo entonces, al final de todo, una vez que nos sabemos a salvo, te lo preguntas. ¿Quién era ese hombre y por qué se suicidó?

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